Pintada en el apogeo de su carrera en 1962, y solo un año antes de su prematura muerte, este trabajo excepcional es un tour de fuerza visual lleno de fantasía y melancolía.

En esta obra, tres vampiros vegetarianos mutantes aparecen hipnotizados y acurrucados alrededor de una pequeña mesa, cada uno festejando febrilmente con pajitas largas en una suculenta comida de frutas y verduras de color rojo sangre.

Dos criaturas híbridas, mitad gallo y mitad gato, que recuerdan a las de las pinturas de su amiga Leonora Carrington, las observan atadas a sus amos y deseosas de participar en este banquete. Un resplandor ardiente emana de los vampiros cuando consumen su comida y parecen recuperar un sentido de vitalidad con cada sorbo.

 

Es notorio el estilo característico de la pintura de la artista pues además de emplear colores vivos y fuertes vuelve a representar temas fantásticos, de lo onírico.